Me interesó mucho hablar con Alberto Gómez hoy en la clase. Fue obvio que él es un autor con mucho talento, y que está muy orgulloso de su trabajo. Especialmente noté su entusiasmo para las telenovelas. Hemos pasado mucho tiempo en la clase discutiendo los dificultades en el proceso de hacer una telenovela—la rapidez con que tiene que cumplir todo, los ratings de un público voluble que puede hacer o destruir carreras, los desafíos con el network y a veces el gobierno del país. Con todo esto en mente, me imagino que la industria de telenovelas puede ser—más que a veces—muy frustrante, especialmente para Alberto quien escribe telenovelas rosas—un género no tan respetada en esta época. Pero hoy, él habló con mucha pasión y emoción de tu oficio. Aunque mencionó las horas de estrés escribiendo furiosamente en su computadora, nos contó sus historias con un sentido casi mágico—como todo eso fue parte de un proceso más grande de un solo escritor, un elenco de actores, un equipo de producción.
Con todo que hemos aprendido hasta hoy, y con el ejemplo de Alberto Gómez, es obvio que la industria de telenovelas tiene un aspecto emocional que añade a las telenovelas un sentido de ser más de solo un ‘show.’
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